28/2/07

COPLAS DEL PAYADOR PERSEGUIDO...Atahualpa Yupanqui

Con su permiso voy adentrar,

aunque no soy convidao,

pero en mi pago un asao,

no es de naide, y es de todos.

Yo voy a cantar a mi modo,

después que haya churrasqueao.



Yo sé que muchas dirán

que peco de atrevimiento,

si largo mi pensamiento,

pa´l rumbo que ya elegí.

Pero siempre he sido así,

galopeador contra el viento.



La sangre tiene razones,

que hacen engordar las venas,

pena sobre pena, y penas,

en que uno pega el grito.

La arena es un puñadito,

pero hay montañas de arena.



No sé si mi canto es lindo,

o si saldrá medio triste,

nunca fui zorzal, ni existe,

plumaje más oridinario.

Yo soy pájaro corsario,

que no conoce el alpiste.



Vuelo porque no me arrastro,

que el arrastrarse es la ruina,

anido en árbol de espinas,

lo mesmo que en cordilleras.

Sin escuchar las zonceras,

del que vuela a lo gallina.



No me arrimo, así no más,

a los jardines floridos,

sin querer vivo alvertido,

pa´ no pisar el palito.

Hay pájaros que solitos,

se entrampan por presumidos.



Aunque mucho he traqueteao,

no me engrilla la prudencia,

es una falsa experiencia,

vivir temblándole a todo.

Cada cual tiene su modo,

la rebelión es mi cencia.



Yo soy de los del montón,

no soy flor de invernadero,

igual que el trébol campero,

crezco sin hacer barullo.

Me aprieto contra los yuyos,

y así lo aguanto al pampero.



Acostumbrao a las sierras,

yo nunca me sé marear,

y si me siento alabar,

me voy yendo despacito.

Pero aquel que es compadrito,

paga pa´ hacerse nombrar.



Si me dicen señor,

agradezco el homenaje,

más soy gaucho entre el gauchaje,

y soy nadie entre los sabios.

Y son para mí los agravios,

que le hacen al paisanaje.



La vanidad es yuyo malo,

que envenena toda huerta,

es preciso estar alerta,

manejando el azadón.

Pero no falta el varón,

que la riega hasta en su puerta.



El trabajo es cosa buena,

es lo mejor de la vida,

pero la vida es perdida,

trabajando en campo ajeno.

Unos trabajan de trueno,

y es para otros la llovida.



El estanciero presume,

de gauchismo y arrogancia,

él cree que es extravagancia,

que su pión viva mejor.

Más no sabe ese señor,

que por su pión tiene estancia.



El que tenga sus reales,

hace muy bien en cuidarlos,

pero si quiere aumentarlos,

que a la ley no se haga el sordo.

Que en todo puchero gordo,

los choclos se vuelven marlos.



Yo vengo de muy abajo,

y muy arriba no estoy,

al pobre mi canto doy,

y así lo paso contento.

Porque estoy en mi elemento,

y ahí valgo por lo que soy.



Cantor que cante a los pobres,

ni muerto se ha de callar,

pues ande vaya a parar,

el cante de ese cristiano.

No ha de faltar el paisano,

que lo haga resucitar.



Si alguna vuelta he cantao,

ante panzudos patrones,

he picaneao las razones,

profundas del pueblerío.

Yo no traiciono a los míos,

por palmas, ni patacones.



Si uno canta coplas de amor,

de potros, de domador

del cielo y las estrellas,

dicen: ¡ qué cosa más bella,

si canta que es un primor ¡.



Pero si uno como Fierro,

por ahí se larga opinando,

el pobre se va acercando,

con las orejas alerta.

Y el rico bicha la puerta,

y se aleja reculando.



Tal vez alguién haya rodao,

tanto como rodé yo,

pero le juro, ¡ créamelo ¡,

que ví tanta pobreza,

que yo pensé con tristeza:

“ Dios por aquí, y no pasó ¡.



[Hay diferentes montones,

unos grandes y otros chicos,

si va pa’l montón del rico,

el pobre que piensa poco,

detrás de los equivocos,

se vienen los perjuricos.



No tengo ni rancho, ni china, ni nada,

y pa’ pior la militada

me tiene a mal trajinar,

porque no dentro a jugar,

donde hay barajas marcadas.]



Nadie podrá señalarme,

que canto por amargao,

si he pasao las que pasao,

quiero servir de advertencia.

El rodar no será cencia,

pero tampoco es pecao.



Amigos, voy a dejarlos,

está mi parte cumplida,

en la forma preferida,

de una milonga pampeana.

Canté de manera llana,

ciertas cosas de la vida.



Aura me voy, no sé adonde,

pa´ mí todo el rumbo es bueno,

los campos con ser ajenos,

los cruzo de un galopito.

Guarida no necesito,

yo sé dormir al sereno.



Y aunque me quiten la vida,

o engrillen mi libertad,

o aunque chamusquen quizá,

mi guitarra en los fogones,

han de vivir mis canciones,

en el alma de los demás.



No me nuembren, que es pecao,

y no comenten mis trinos,

yo me voy con mi destino,

pa´ l lao donde el sol se pierde.

Tal vez alguno se acuerde,

que aquí cantó un argentino.


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